martes, 5 de abril de 2011

TEXTO DE EDUARDO MENDOZA

ME DESPERTÓ UN RUIDO. No sabía dónde me hallaba ni qué hacía allí: los tentáculos del miedo paralizaban mi raciocinio. A tientas y más por instinto que por otra cosa oprimía la pera que colgaba del dosel, pero seguí sumido en la más completa oscuridad: quizá no había fluido eléctrico o quizá me había quedado ciego. Me empapó un sudor frío como si me estuviera duchando de dentro afuera, y me asaltaron, como siempre que atenaza el pánico, unas incontenibles ganas de ir de cuerpo. Agucé el oído y percibí pasos en el corredor. Los sucesos de la noche anterior en la que aún estaba inmerso empezaron a cobrar una nueva y amenazadora configuración: la cena, sin duda envenenada; la conversación, urdida para infundirme una confianza que hiciera de mí presa fácil; la habitación, una ratonera provista de los más artificiosos mecanismos de retención y tormento. Y ahora, el golpe final: unos pasos sigilosos, un mazazo, un puñal, el descuartizamiento, la sepultura de mis tristes restos a la sombra de los más recónditos sauces del río rumoroso, los gusanos voraces, el olvido, el negro vacío de la inexistencia. ¿Quién había concebido el plan de asesinarme? ¿quién había tejido la red en que me debatía como animalillo silvestre? ¿de quién sería la mano que habría de inmovilizarme? ¿de la propia Mercedes Negrer? ¿del rijoso expendedor de Pepsi-Colas?, ¿de los negros superdotados?, ¿de los ordeñadores de la lactaria? Calma. No debía dejarme llevar por aprensiones que nada de lo ocurrido justificaba todavía, no debía dejar que el recelo ocluyera las vías de comunicación, como tantas veces me había dicho el doctor Sugrañes en la terapia. El prójimo es bueno, me dije, nadie te quiere mal, no hay razón alguna para que te desmiembren, no has hecho nada que concite la inquina de cuantos te rodean, aunque éstos parezcan propensos a manifestarse en tal sentido. Calma. Todo tiene una explicación bien sencilla: algo raro que te pasó en la infancia; la proyección de tus propias obsesiones. Calma. En unos segundos se despejará la incógnita y podrás reírte de tus miedos infantiles.

(EDUARDO MENDOZA. El misterio de la cripta embrujada.)

En este pasaje narrativo el autor -en primera persona- va relatando hechos sucedidos, introduciendo reflexiones y planteando dudas sobre el desarrollo de la historia.

- Explica la secuencia de acontecimientos.
- Indica todas las palabras (verbos, adverbios y complementos circunstanciales) que indiquen la idea de tiempo.
- Divide el texto en partes atendiendo a su contenido.
- Comenta la función estructuradora y rítmica de la repetición de 'calma'.
- Estudia la función estructuradora de las marcas gramaticales: formas verbales y sintagmas nominales.
- Señala la coordinación y la sucesión de tiempos como factores de cohesión textual.

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